sábado, 19 de noviembre de 2011

EL TANGO COMO BAILE (2)




La configuración del tango como baile se llevó a cabo sobre la mitax del siglo XlX, como dice la letra de La Última Curda, “en el hondo bajo fondo, donde el barro se subleva”. Nace del injerto de la línea melódica de la Habanera, la coreografía de la milonga bailada por negros como oficios religiosos al igual que el candombe Uruguayo. Los bailes se celebraban en todo aquello que representara lo marginal, tabernas, prostíbulos, bodegones, garitos, rancherías y peringundines. Las mujeres que enseñaban a los clientes las primeras coreografías del Tango, cobraban un precio por hora que se tenía que abonar por adelantado. Allí se iba para bailar y no para levantar alguna de las bailarinas, ya que estas eran bastantes temperamentales o retobadas y no dudaban en sacar de entre la liga de la media alguna puntilla para serenar los embates de algún pesado. El nuevo baile compartía el espacio con otros bailes como el vals acriollado, la mazurca, la polca o algunos ritmos camperos como zamba o chacarera. La urbe naciente vivía una súbita energía e intuían que los pasos, las pierna, y las improvisaciones podían alumbrar una nueva forma de bailar, De todas maneras, los cortes y las quebradas que conocemos, se conocían anteriormente a través de las “zarabandas” y “chaconas”. El enlace de la pareja espantó a los castos porteños que nunca habían visto abrazar a una mujer con la que nunca antes había tenido relaciones.  Desde la mitad del cuerpo para arriba, se enlazaba con grosera fuerza dejando las caderas y piernas para desarrollar las figuras aprendidas o improvisadas

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