EL CAFISHIO
Los
cafishios fueron en su época dentro de los personajes del Tango una figura
socialmente despreciable por la gente que se regía por normas de convivencias normales.
José Tallón escribe en su libro “El tango en su etapa de música prohibida” que
en la calle Sarandí, existía un conventillo, y en ese conventillo vivía una
pareja con nombres y apellidos; “El Cívico” y “La Moreira”. Tallón describe al
hombre como un cafishio que su profesión era la de explotar a su mujer, en la
pesca y tráfico comercial “al contado”. Este compadrito pasado a rufián, no
quería contar con más de una mujer trabajando en la calle, ya que hacerlo con
varias le insumiría un trabajo extra del cuál no estaba dispuesto a entrar.
Debe considerarse que el trabajo del cafishio era casi artesanal, edificado a
fuerza de seducción y pinta. Prácticamente nunca entraba a emplear a más de dos
pupilas para hacerlas circular en el mercado que las autoridades prohibieron
con la ley de profilaxis social a mediados de la década del treinta. La
prostitución nativa, que se había incrementado en las últimas décadas del siglo
diecinueve a causa de la enorme cantidad de hombres solos llegados desde Europa
en las oleadas migratorias, perdió por completo el aire doméstico al
convertirse en el gran negocio entre 1900 y 1910. Se reclutaron mujeres de
Francia y Polonia especialmente, engañándolas como ahora con casamientos
fraguados para trasladarlas a la Argentina, allí eras subastadas entre los
propietarios de burdeles. Pero hasta la llegada de ese gran negocio, el
cafishio nativo, era el que proveía de mujeres a los quilombos locales,
sabiendo que no iban a hacer grandes fortunas pero asegurarían por un buen tiempo
una vida holgada.
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