jueves, 26 de enero de 2012
judios en el tango
¡Es mentira que el tango ha muerto,..yo lo voy a matar!, exclamaba Marcos Caplán desde el escenario del teatro Maipo o del desaparecido Buenos Aires, y comenzaba a cantar "la Mariposa" o algún otro suceso. Aquel chiste jactancioso, pronunciado ante aquellos públicos de los años cuarenta, gana hoy otro agregado efecto comico adicional. ¿Ya entonces, en plena época de oro del tango, se decía que el tango había muerto? ¡Cuanta melancolía o cuanto fatalismo en esa actitud de llorar al finado cuando más apuesto relucía! En todo caso aquel actor Judío se adjudicaba, un poder de vida o muerte sobre el tango. La relación entre el tango y los Judíos, compleja, contradictoria o silenciada, se había vuelto tan intima que cuesta entenderlos por separado. Los Judíos y el tango se habían visto la cara por primera vez en los prostibulos, en aquellas primeras decadas del siglo veinte en que la Varsovia se erigió en la mayor organización Rioplatense de rufianes. La inmigración y los lugares prostibularios entretenían a los clientes que esperaban "un servicio" con musica de violinistas traidos de Polonia, Rusia o Rumanía. El tango les servía de medio de vida y vehículo para la incorporación al nuevo modelo de vida social.
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