La milonga porteña surge hacia las últimas décadas del siglo diecinueve como resultado de una interesante fusión de ritmos y cadencias. Resulta que con la llegada de barcos procedentes de Cuba, el puerto de Buenos Aires se llena de habaneras (Un baile lento y cadencioso que tiene influencias de la contradanza Española) y se mezcla con los sonidos de los candombes ejecutados por los negros que viven cercanos al puerto. Rápidamente los habitantes de esos barrios adoptan esa clase de estilo musical que les permite ambas cosas, cantar y bailar, tratándose de esta ultima mención la nueva milonga criolla con aires de candombe agrada a los porteños que se baila sin que los cuerpos de los bailarines tomen contacto. La milonga debió convocar a muchos músicos y cantores durante varias décadas pisando fuerte en el gusto popular. Así parece que fue como se iniciaron los lugares de bailes a los que bautizaron “milongas”. Al mismo tiempo que evoluciona en baile y los cantares del tango, va evolucionando la parte edilicia de la ciudad, y a medida que van aumentando las industrias, van aumentando los asentamientos poblacionales comenzando a diferenciarse lo que era la parte del centro con los barrios marginales u orilleros donde vivían los trabajadores más humildes, mezclados con delincuentes e inmigrantes europeos que desembocara inevitablemente en una nueva expresión de lenguaje, “El lunfardo” Durante las ultimas décadas del siglo diecinueve, el candombe, la habanera y la milonga discutían sus territorios musicales mezclándose entre unos y otros, logrando que de todas estas manifestaciones sonoras surgiera un ritmo, un sentimiento y una cadencia que convocaría a los habitantes de la cuenca del plata; “EL TANGO”
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