martes, 20 de diciembre de 2011

TANGO, UNA MALA PALABRA

No se porque se me hace difícil empezar a historiar el tango, quizá porque pienso que son muy pocos los que quieran seguir cronológicamente estos relatos y se pierda en el camino mucha historia que luego no encaje para la continuación de esta música. De todas maneras intentaré para quienes no conocen los primeros escarceos del nacimiento del tango, ir elaborando resúmenes; Para comenzar, debería comentar que la palabra “TANGO” aparece por primera vez a comienzos del siglo lXX en algunos documentos que la asocian con lugares y actividades prohibidas por los agentes del orden de Argentina. Un primer antecedente tiene que ver con la venta de una casa, que se la promueve como “Una casa de tango”, es decir donde bailan y se divierten los negros.  Este es un dato que mencionan muchos historiadores. En la búsqueda de nuevos antecedentes se hace mención hacia 1807 cuando se decide “prohibir estas casas”. Como se ve la palabra TANGO no gozaba de la simpatía de quienes gobernaban en aquellos tiempos. La razón era que dentro de esas casas, existía una actuación pecaminosa y licenciosa. Se dice que aquella danza que tenía muchos elementos en su coreografía,  posteriormente encontrarían parentesco con los pasos y figuras que adoptarían los primeros bailarines de tango.
Aquellas reuniones de los negros, fueron armando el sonido al que accedían personas muy humildes, ya que la Buenos Aires de comienzos del siglo lXX contaba con una importante clase alta que mantenía formas de vida similares a las Europeas, (incluso en sus gustos musicales), esos gustos debieron mezclarse con los llegados del brazo de los inmigrantes tentados por “La Nueva América”. Debemos recordar que en esas épocas, la Ciudad de Buenos Aires tenía una población negra del 30%. Así se construyen lujosas mansiones con inmensos salones y se forman pequeños grupos musicales que ejecutaban sonidos llegados de España. Mientras en los salones elegantes se bailaba el Minué,  y otras danzas que alegran los oídos de las clases acomodadas, los negros continuaban con sus candombes y sus danzas pecaminosas e insinuantes a las que le fueron agregando “La Tonadilla” que aportó ritmos diferentes. Luego se agregó el “Sainete Lírico” que la prensa asoció como una mezcla de sonidos para gente sorda y sin ninguna cultura artística.

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